¿Dónde está Carolina Garzón?

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Escrito por Secretaría de Mujeres de la LIT (CI)   
Jueves 21 de Junio de 2012 19:08


Ella salió apurada como nunca lo hacía antes. Dejó los documentos y la cartera en la que acostumbraba llevar los pertrechos para las artesanías. Siempre muy ordenada con sus cosas, llamó la atención esa súbita “indisciplina”. Señal de que algo extraño había en el aire. De hecho. Era el 28 de abril de 2012 y desde entonces nadie, nunca más, supo nada de Stephany Carolina Garzón Ardila. ¿Qué habrá ocurrido con ella? ¿Por qué salió corriendo de la casa aquel día?

Alumna de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, de Bogotá, Colombia, excelente artesana de collares y pulseras que vendía en plazas, militante socialista y dirigente juvenil del Partido Socialista de los Trabajadores (PST), Carolina estaba en Quito, Ecuador, de vacaciones. En eso ella no se diferencia de la totalidad de los jóvenes latinoamericanos que sueñan viajar por América Latina como si esa fuese una forma de conquistar y cuidar de este nuestro continente siempre tan vilipendiado y expoliado por las grandes potencias capitalistas. Y la joven colombiana de largos cabellos oscuros y fuertes trazos indígenas realmente había hecho una buena elección, porque Quito es de verdad un hermoso lugar, repleto de historia. Pero fue justamente allí que Carolina desapareció misteriosamente. Y permanece hasta hoy en esa zona gris de duda, llevando hasta los límites de la desesperación a sus padres, hermanos, amigos, compañeros de militancia. A pesar de toda la inmensa campaña realizada por sus familiares junto con el PST colombiano y el Movimiento al Socialismo ecuatoriano, partidos hermanos de la Liga Internacional de los Trabajadores (Cuarta Internacional), a pesar de todas las peticiones junto a los gobiernos del Ecuador y de Colombia, a pesar de todas las apelaciones a la policía ecuatoriana para que cumpla con su deber y busque a Carolina, aún no conseguimos romper con la lógica sórdida de los gobiernos burgueses. Lo que se viene confirmando en el caso de Carolina es lo que la LIT siempre insiste en afirmar: el aparato del Estado, muy bien equipado, con policías entrenados, moderna tecnología y armamento sofisticado, no está al servicio de los trabajadores ni de sus hijos. A pesar de ser mantenido gracias a los impuestos que pagan los trabajadores, el Estado está reservado a la burguesía, a los empresarios y sus familias, a los políticos y gobernantes. A los ricos, la seguridad; a los pobres, los secuestros, los robos, los asesinatos. Esta es la lógica de la democracia burguesa que una vez más se confirma y cobra sus víctimas, y en la cual los pobres jamás pueden confiar.


Cuando los ricos desaparecen, sea por el motivo que fuere, tienen el poder de movilizar todos los recursos del Estado para que sus vidas sean preservadas. Estamos cansados de ver hijos de grandes empresarios, parientes de políticos importantes o artistas de televisión que son secuestrados y todos los recursos más sofisticados del Estado son colocados a su disposición para que aparezcan con vida. Los excluidos, sobre todo las mujeres jóvenes y pobres, no tienen la capacidad de quitar el sueño a los gobernantes, y así pasan a ser apenas un dato estadístico más en la lista de centenas de desaparecidos por motivos sociales y políticos, que crece cada día sin que los gobiernos muevan un dedo por ellos.

Desde el 1 de mayo, cuando la familia de Carolina fue avisada de su desaparición, la campaña por encontrarla con vida quedó limitada a los militantes socialistas del PST colombiano, del MAS ecuatoriano y de las otras organizaciones de la LIT; de sus familiares y amigos, además de organizaciones sindicales y de derechos humanos. La policía y las autoridades, insistentemente requeridas, tardaron días en disponerse a hacer alguna cosa. Eso obligó a la familia y a los amigos de Carolina a intensificar los esfuerzos personales, movidos por la desesperación que el pasar del tiempo sólo conseguía aumentar. Los padres de Carolina viajaron rápidamente para Quito e iniciaron las gestiones junto con las autoridades ecuatorianas, exigiendo que cumpliesen con su deber y empeñasen el máximo de sus esfuerzos en la búsqueda. Corrieron a buscar auxilio a los medios de comunicación de masas, como los diarios, la televisión y la radio, muy importantes en momentos como estos. Pero también allí pesó el hecho de que Carolina es una joven pobre y desconocida, y no una actriz famosa de la TV ni hija de una familia burguesa. Era preciso interesarlos por la noticia y para eso se recurrió a la internet y a las redes sociales, todos gritando y haciendo escándalo, lo que acabó finalmente por despertar el interés de algunos diarios, como El Comercio, de Quito, y emisoras de TV de Colombia. Pero, a pesar de la victoria que representa una nota en los diarios, la noticia apareció recién el 8 de mayo. Carolina estaba desaparecida hacía ya diez días, un tiempo peligrosamente largo. Esa demora ponía en riesgo su vida. Era preciso apurar la búsqueda. Así, el 15 de mayo, después de una maratón de solicitudes, telefonemas y peticiones, la dirección del PST colombiano y los padres de Carolina consiguieron una entrevista con Raúl Vallejo, embajador del Ecuador en Colombia, en teleconferencia con el Fiscal General del Ecuador, Galo Chiriboga.

Instados a empeñar todos los recursos disponibles para garantizar la integridad física de Carolina, ellos se comprometieron a acelerar las investigaciones. Sin embargo, otra punta importante de este rompecabezas, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, se mantiene impasible hasta ahora, como si la víctima no fuese una ciudadana colombiana con todos los derechos legales que la legislación de un país, que se arroga la condición de republicano y democrático, prevé. Es fundamental que la Cancillería colombiana se movilice en el sentido de esclarecer el caso a la Cancillería ecuatoriana, y que apele a ella para que haga todos los esfuerzos a su alcance en pro del aparecimiento con vida de nuestra compañera Carolina. En definitiva, una acción de gobierno a gobierno tiene más condiciones de ser efectiva que cualquier otra, en este tipo de situación que exige la movilización de los aparatos de seguridad del país involucrado.

Las apelaciones para que Rafael Correa, como presidente del Ecuador, haga cumplir la Carta Magna de su país también son necesarias. El artículo 9 de la Constitución del Ecuador afirma que: “las personas extranjeras que se encuentran en el territorio ecuatoriano tendrán los mismos derechos y deberes que las ecuatorianas”. Ese artículo precisa ser inmediatamente cumplido por el gobierno de Rafael Correa, porque de lo contrario deberá ser considerado por el pueblo ecuatoriano como un gobierno ilegítimo, que no cumple con las leyes de su país. Carolina es colombiana, y así como otras centenas de extranjeros, estaba en territorio ecuatoriano y, por lo tanto, debe tener los mismos derechos que los ecuatorianos. Cuando una persona ecuatoriana desaparece, la Constitución obliga al Estado a buscarla y a tratar de rescatarla con vida. ¡Lo mismo debe ser hecho con Carolina!

El artículo 66 del capítulo 6 de la Constitución del Ecuador, titulado Derechos de Libertad, dice que: “se reconoce y garantiza a las personas el derecho a la integridad personal que incluye la integridad física, psíquica, moral y sexual; una vida libre de violencia en el ámbito público y privado”. Y agrega que: “el Estado adoptará las medidas necesarias para prevenir, eliminar y sancionar toda forma de violencia, en especial aquella ejercida contra las mujeres, los niños y los adolescentes, personas incapacitadas y contra toda persona en situación de desventaja o vulnerabilidad; idénticas medidas serán tomadas contra la violencia, la esclavitud y la explotación sexual. La prohibición de la tortura, la desaparición forzosa y los tratamientos y penas crueles, inhumanos o degradantes. Los derechos de libertad también incluyen el reconocimiento de que todas las personas nacen libres; la prohibición de la esclavitud, de la explotación, de la servidumbre y el tráfico de seres humanos en todas sus formas”. Y agrega que: “el Estado adoptará medidas de prevención y erradicación del tráfico de personas y protección y reinserción social de las víctimas del tráfico y otras formas de violación de la libertad”.

Bellas palabras que precisan salir urgentemente del papel. Carolina desapareció en una de las regiones más peligrosas del mundo, y si no es encontrada rápidamente puede suceder lo peor. Debajo de la línea sur de los Estados Unidos, Ciudad Juárez y prácticamente todos los países del norte de América Latina, se tornaron ya palabras prohibidas, territorios del narcotráfico, zonas de prostitución, tráfico de mujeres y estupros; espacios de doble poder, donde las leyes de las pandillas de matadores pesan tanto o más que la ley de la Carta Magna. En ese escenario de horror, los artículos citados por la Constitución del Ecuador no pasan de inocentes expresiones de deseo, dulces palabras labradas en oro en libros sagrados, que nunca se tornan realidad porque algunos gobernantes son impotentes frente a la fuerza de los traficantes, o son conniventes con la barbarie que allí impera.


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Carolina, como millares de mujeres jóvenes y pobres que tuvieron el infortunio de poner los pies en ese territorio explosivo, no fue contemplada por ningún artículo de la Constitución: era extranjera y no tuvo su integridad física preservada; y, después de desaparecida, el Estado está haciendo de todo para retardar la aplicación de las medidas necesarias de defensa de sus derechos, poniendo su vida en riesgo aún mayor cada minuto que pasa.

Cada minuto que se gasta en colocar un sello en un papel autorizando un vehículo policial a ponerse en movimiento, cada minuto que se gasta en telefonemas para esta o aquella repartición pública, cada minuto que se gasta en salas de espera infinita es un minuto más que se pierde en la vida de Carolina.

En el mundo ambicionado por Carolina, en la sociedad con la cual ella sueña y para la cual dedica sus días, horas y minutos, la vida humana tiene valor por encima de todas las demás cosas. Militante socialista, fue una de las organizadoras del grupo Unidos para no estar Jodidos, jóvenes que como ella creen en la unión de aquellos que son trabajadores, pobres, excluidos, para luchar por un mundo mejor, donde haya respeto por todos los que sufren porque son oprimidos. Como ocurre con los indignados que vienen cubriendo las calles de Europa con sus marchas contra la guerra social que los gobiernos y el gran capital declaran contra los jóvenes y contra toda la clase trabajadora, los Unidos de Carolina luchan por un mundo mejor, un mundo donde no haya miseria, donde las mujeres sean respetadas y valoradas, donde los jóvenes puedan soñar libremente, puedan hacer arte y divertirse con él.

Carolina hace artesanías, pero es artesana no sólo de collares y pulseras que ella vende en las plazas para poder viajar y conocer otras culturas, otras gentes, otros parajes. Artesanías con las cuales ella consiguió viajar más de una vez a su querida ciudad de Quito, en el Ecuador. Ella es artesana de ese mundo mejor, un mundo socialista al cual ella dedica sus mejores momentos, la totalidad de su talento artístico y la vivacidad de su inteligencia contemporánea. Como bien la definen los compañeros del PST colombiano, “Carolina es una genuina representante de la juventud inconforme y rebelde colombiana. Llena de sueños y aspiraciones, no se limitó a dedicar su energía a objetivos individuales de superación personal, sino que trató de vincular cada actividad a proyectos sociales”. Ella forma parte de una generación de jóvenes que hoy, en el mundo entero, no se contentan con poco: quieren conquistar el mundo. Pero no un mundo donde millones de seres humanos trabajen y sufran para que un puñado de ricos gocen de la vida.

Hasta el momento no sabemos que ocurrió con ella, y eso es lo que más nos angustia. No sabemos quienes fueron los responsables de su desaparición, pero tenemos certeza de que era contra ellos que ella estaba luchando. Era contra las agresiones, la violencia y la desesperación impuestas a los jóvenes, sobre todo a las mujeres, que Carolina estaba luchando, justamente en el momento en que su libertad fue cercenada.

La campaña en su defensa proseguirá hasta obtener alguna noticia sobre su persona y las causas de su desaparición. La vida de todos y cada uno de sus militantes es el bien más preciado del que la Liga Internacional de los Trabajadores se enorgullece de tener en sus filas. Las dificultades para movilizar a los organismos públicos tanto de Colombia como del Ecuador, la demora en la búsqueda, los obstáculos que cada día se interponen en ese camino, no consiguen desmoralizarnos. Hacemos de ellos estímulos aún mayores para endurecer nuestros músculos y nuestra determinación militante en pro de Carolina, seguros de que esa determinación causará un gran impacto que será capaz de ampliar aún más la campaña, atrayendo nuevas organizaciones juveniles y de trabajadores, grupos de mujeres trabajadoras, sindicatos y asociaciones de barrio, y oprimidos de toda América Latina y del mundo entero. En definitiva, hoy más que nunca, ¡Somos Todos Carolina!

Carolina Garzón

"cuando empezaron a desaparecer hace tres cinco siete ceremonias a desaparecer como sin sangre como sin rostro y sin motivo vieron por la ventana de su ausencia lo que quedaba atrás / ese andamiaje de abrazos cielo y humo" Desaparecidos - Poemas de Mario Benedetti

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