Tras el rastro de Carolina Garzón
Escrito por Revista Vanguardia de Ecuador
|
||
Miércoles 08 de Agosto de 2012 23:57 |
||
Una joven de carácter fuerte, responsable. Amante de la fotografía, el periodismo y la política. Así describen
sus amigos y familiares a Stephany Carolina Garzón Ardila, colombiana
de 22 años, que desapareció en Quito el 28 de abril pasado.
Educación Artística.
Su centro de estudios es la Universidad Distrital Francisco José
Caldas, en Bogotá. La última vez que la vieron fue en la casa que
compartía con seis jóvenes más: dos argentinas y cuatro colombianos,
ubicada en Monjas, barrio Palluco, a la orilla del río Machángara.
La noche del viernes
27 de abril, pocas horas antes de desaparecer, la joven colombiana tomó
fotografías en La Ronda, en el centro de la urbe. Asistió también al
espectáculo de teatro y danza afro de su amigo Óscar Morales.
El sábado 28, por la
mañana, se puso un vestido de color verde turquesa, adornado con
triángulos de colores. Carolina hacía trufas para vender en La Ronda.
También dijo a sus amigos que deseaba ir a una exposición en el Centro
de Arte Contemporáneo.
Ese día, Gloria
(nombre ficticio para proteger a la fuente), su compañera de vivienda,
se despertó a media mañana y se levantó un tanto triste. En la cocina se
encontró con Carolina. Cariñosa como era, se acercó y regaló una trufa.
Cuenta conmigo para cualquier cosa, le dijo. “Entonces vi que iba a
tomar un baño para luego salir”, dice Gloria.
Gloria escuchó que
Carolina bajó y entró a su cuarto. Nunca más la vieron. Otra compañera
llamó a Carolina, pero ya no contestó. Les pareció extraño, pero Gloria y
su amiga supusieron que se había ido a comer.
Fue
todo al mediodía. Los amigos esperaron por ella hasta el día siguiente.
Después sus nervios ya no dieron más. Durante horas que se hacían
eternas y distancias que parecían insalvables, sus amigos la buscaron
por las morgues de los hospitales de toda la ciudad.
El martes 1 de mayo,
Día del Trabajo, mientras las marchas a favor y en contra del gobierno
copaban las calles y plazas, los jóvenes llamaron a Bogotá a dar la peor
noticia que un padre y una madre pueden recibir. El 2 de mayo,
Sebastián Atehortúa y Óscar Morales, sus amigos, denunciaron el hecho en
la Fiscalía General del Estado. La tía de Carolina, Flor Ardila y su
hermana Lina María llegaron en un avión a Quito, el 3 de mayo. Flor
Ardila fue de inmediato a la Fiscalía. Se enteró entonces de que el cabo
Freddy Anchaluisa estaba a cargo de la investigación. Habló con él. Ese
día estaban citados precisamente los dos muchachos que denunciaron el
hecho: Atehortúa y Morales.
La actitud del
uniformado la dejó preocupada. El cabo hizo algunas preguntas a los
testigos, pero no tomó nota alguna. Buena memoria, tal vez, pensó, o así
serían los procedimientos en esta ciudad extraña, que no conocía y en
la cual no sabía moverse.
El
cabo acompañó a los familiares y amigos al lugar de los hechos. Ya en
la casa, Anchaluisa revisó minuciosamente las habitaciones. Pegada a él
como una enredadera, Ardila pidió al policía preguntar a los vecinos del
barrio. No lo haría, explicó el oficial, porque tenía el caso de otra
chica desaparecida que ya fue encontrada y que tenía que cuidarla porque
“el papá les pagaba el servicio”. ¿Qué hacer? ¿A quién acudir? Como en
su país, acá también servía valerse de los amigos.
El
sábado, a una semana de la desaparición, llegaron hasta donde Juana
Guarderas, amiga de Carolina —cuenta Ardila—. “Ella le pidió el favor al
mayor Julio Navarrete, encargado de la zona de La Mariscal. A través
del mayor pidió que investigue el Grupo de Intervención y Rescate
(GIR)”. Ese mismo día el cuerpo élite de la Policía, siempre con la tía
pegada a los talones, bajó al barrio a investigar.
Los policías
llevaron cuerdas. Bajaron por la quebrada y buscaron por el lecho del
Machángara. Ese día avanzaron hasta el barrio Las Orquídeas.
También les apoyó un helicóptero, sobrevolaron Cumbayá y Nayón. Nada.
Al retorno les
aguardaba una sorpresa: Anchaluisa llamó a la tía de la joven
desaparecida, diciendo que encontraron un suéter y que dentro de éste
había una nota escrita en una servilleta que decía: “Para Caro y Sebas
los espero en la nochecita. Pd: les mordí un pedacito. Atentamente:
Oscariño”.
Cuando la tía de
Carolina llegó a la casa, dijo a los muchachos que el cabo había
encontrado unas pertenencias. Anchaluisa fue a la casa a mostrar el
suéter y la servilleta. Óscar Morales se acordó del saco de la niña
—dice Ardila— el chico se conmovió, revisó la nota y reconoció su letra.
El
saco estaba húmedo al igual que la servilleta, que estaba doblada en
cuatro partes. Cuando la desdobló estaba en perfecto estado, no se había
desteñido por la humedad.
Para
los familiares y amigos de Carolina, si el saco estuvo ahí, ¿por qué no
apareció cuando fueron con el GIR? Y también ¿por qué la nota de la
servilleta se mantuvo nítida?, ya que por el lugar llovió ocho días
seguidos desde que desapareció su sobrina. “Yo pasé por las mismas
piedras —dice Ardila— con el GIR y no encontramos nada”.
Nada es la palabra
más intensa en este drama. Aunque algo cambió. El martes 5 de junio se
hizo cargo del caso una nueva fiscal, Elba Garzón. Al otro día, bajo el
sol de junio, la fiscal junto con la tía de Carolina y su equipo de
investigación, fueron al lugar donde se presume que desapareció. La
fiscal recorrió todo el barrio de Palluco preguntando a los vecinos
sobre el paradero de la chica: Carolina Garzón Ardila, quien estaba de
vacaciones en Ecuador y se preparaba para ir a Brasil a un curso de
política.
En
Colombia milita en el Partido Socialista de los Trabajadores, que
inició una campaña internacional para exigir a los dos gobiernos más
intensidad en la búsqueda. Lo hicieron a través de una carta al
presidente Correa, en la cual nueve dirigentes de izquierda de Costa
Rica, Brasil, Italia, España, Paraguay, Chile y Argentina solicitaron
intensificar los operativos. Su padre Walter, quien llegó el 19 de mayo,
es un comerciante. Es pequeño y tímido. Prefiere callar mientras la tía
de la niña, como le dicen, pone la cara. Se le nota su profunda
tristeza pero no se raja. No está solo. Sin que lo pidiera, los
compañeros políticos de Carolina armaron en Colombia una campaña de
búsqueda, abrieron una página en Facebook (Carolina Garzón Desaparecida)
y recolectaron fondos para financiar a la familia en Quito, se
entrevistaron en Bogotá con el embajador Raúl Vallejo... Por las
actividades de Carolina en la Coordinadora de Solidaridad con los
Sectores en Conflicto, en el Partido, la Mesa Amplia Nacional
Estudiantil, la escuela de Arte, sus compañeros temen la mano de
sectores policiales colombianos. Ella vivía mucha presión en Colombia,
dijo una fuente a Vanguardia, y por eso viajó hasta acá, esta vez de
paso para enfilar hacia Brasil. En fuentes de la investigación del lado
ecuatoriano se sospecha también algo similar, y que fue sacada de su
casa con engaños para esfumarse delante de todo el mundo. Aunque por
ahora no quieren ni siquiera adelantar una hipótesis...
|
0 comentarios: