Carolina Garzón viajó a Quito
Lo divino y lo humano Por: Lisandro Duque Naranjo
No conozco personalmente a Stephani Carolina Garzón
Ardila, pero su biografía, demasiado rica si se tiene en cuenta que sólo ha
vivido 22 años, ha logrado que sienta por ella mucho interés y afecto. En la
forma de ser de esta joven, se juntan los afanes de los socialistas de estirpe
clásica, ambiente familiar en el que se crió, con un desenfado aventurero muy
de su impronta personal.
Quién
sabe a qué horas duerme. El hecho es que Carolina, al filo de sus 22
años, tiempo ha tenido, aparte de lo ya bailado, para militar en el PST
(Partido Socialista de los Trabajadores), leer inevitablemente a
Trotsky, escribir artículos para el periódico universitario El
Macarenazo, ejercer como cuadro protagónico en la MANE (Mesa Amplia
Nacional Estudiantil) que le ganó al Gobierno la pelea hace poco con
marchas multitudinarias, y elaborar con shakiras y macramé artesanías
que vende para ganarse unos pesos.
Con plata ahorrada de esta actividad, se organizó un viaje por tierra a Quito, ciudad hacia la que arrancó del terminal de buses en la noche del 18 de marzo. En la capital ecuatoriana tomó en alquiler un cuarto en el apartamento de unos amigos colombianos, en un barrio popular. Fabricando chocolatinas y pulseras, pagó cumplidamente el arriendo y estaba a paz y salvo hasta el 28 de abril, fecha en la que desapareció dejando su pasaporte, su ropa y un monedero con 200 dólares y 56 mil pesos. Y hasta el sol de hoy.
Su padre, Walter, y una tía están en Quito desde entonces moviendo cielo y tierra. Pero nada. Aquí, en Bogotá, el PST y la ASPU (sindicato de profesores universitarios) han hecho ya siete plantones frente a la embajada ecuatoriana y la cancillería nacional, exigiendo que las autoridades del vecino país investiguen como corresponde sobre la suerte de Carolina, pero en vano.
Cuestión de esperar por si acaso, como es su obligación, nuestro embajador allá, Ricardo Lozano, apremie por el paradero de esta pelada. Igualmente confiamos en que la visita de nuestro fiscal, Eduardo Montealegre, a su similar del Ecuador, haya incluido el viernes pasado este tema en su agenda, y nos informe al respecto.
Ha sido Ecuador, sin duda, un país hospitalario con los colombianos, muchos de los cuales han encontrado allí refugio a causa de las persecuciones padecidas de este lado de la frontera. Que igual solidaridad les merezca este caso, con mayor razón si la desaparecida no llegó allí de huida de nadie.
El lenguaje oficial de las relaciones diplomáticas entre los dos países es muy abundante en alusiones a la puesta en marcha de “beneficios bilaterales en el campo energético”. Justo por eso la búsqueda de Carolina debiera motivar un tratamiento prioritario, porque mas energía que la suya difícil de encontrar en estos tiempos.
Con plata ahorrada de esta actividad, se organizó un viaje por tierra a Quito, ciudad hacia la que arrancó del terminal de buses en la noche del 18 de marzo. En la capital ecuatoriana tomó en alquiler un cuarto en el apartamento de unos amigos colombianos, en un barrio popular. Fabricando chocolatinas y pulseras, pagó cumplidamente el arriendo y estaba a paz y salvo hasta el 28 de abril, fecha en la que desapareció dejando su pasaporte, su ropa y un monedero con 200 dólares y 56 mil pesos. Y hasta el sol de hoy.
Su padre, Walter, y una tía están en Quito desde entonces moviendo cielo y tierra. Pero nada. Aquí, en Bogotá, el PST y la ASPU (sindicato de profesores universitarios) han hecho ya siete plantones frente a la embajada ecuatoriana y la cancillería nacional, exigiendo que las autoridades del vecino país investiguen como corresponde sobre la suerte de Carolina, pero en vano.
Cuestión de esperar por si acaso, como es su obligación, nuestro embajador allá, Ricardo Lozano, apremie por el paradero de esta pelada. Igualmente confiamos en que la visita de nuestro fiscal, Eduardo Montealegre, a su similar del Ecuador, haya incluido el viernes pasado este tema en su agenda, y nos informe al respecto.
Ha sido Ecuador, sin duda, un país hospitalario con los colombianos, muchos de los cuales han encontrado allí refugio a causa de las persecuciones padecidas de este lado de la frontera. Que igual solidaridad les merezca este caso, con mayor razón si la desaparecida no llegó allí de huida de nadie.
El lenguaje oficial de las relaciones diplomáticas entre los dos países es muy abundante en alusiones a la puesta en marcha de “beneficios bilaterales en el campo energético”. Justo por eso la búsqueda de Carolina debiera motivar un tratamiento prioritario, porque mas energía que la suya difícil de encontrar en estos tiempos.
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